Ayllu: sección dedicada al pensamiento argentino y latinoamericano – 1º Entrega
*Por el Negro Mazzochi, filósofo y docente
Estimades:
Bienvenides a Ayllu, nuestra sección dedicada al pensamiento argentino y latinoamericano que compartiremos, en principio, mensualmente. Opto en este primer encuentro por el formato carta por su carácter más personal y cuasi dialógico.
La propuesta es la de poner en debate algunas ideas, proyectos, figuras e imaginarios de nuestro pensamiento (incluso la idea misma de pensamiento argentino y latinoamericano), a partir de un diálogo que busca en el pasado claves para entender el presente y vislumbrar el futuro.
Lo cual, como quien no quiere la cosa, nos invita a una primera pregunta: ¿hay un tiempo que se repite en Argentina y/o en Latinoamérica como si fuese una condena de la cual no podemos librarnos? Si ese fuera el caso, ¿qué tiempo sería? ¿El pasado? ¿El presente? ¿O el futuro? Luego, ¿debemos realmente librarnos de él o, en cambio, dejar de resistirlo para permitir que se realice y nos realice?
Más allá de todo, volvamos a encontrarnos: en el debate, en la discusión, en la escritura de más de 280 caracteres, en una prosa reflexionada que nos personifique y en un lenguaje articulado que procure, lo más que se pueda, dar cuenta de lo que pensamos.
Y hagámoslo a la vieja usanza: sin mensajes de odio, sin que la grieta[1] piense por nosotros de manera maniquea[2], tomándonos un tiempo para pensar, para leer y para escribir, partiendo de la base de que es mucho más lo que desconocemos y lo que creemos conocer, que lo que en realidad nos hemos puesto a reflexionar. Luego de todo ello recién, arriesguémonos a decir.
Porque tal vez haya llegado el tiempo de desoír un poco la moda; y mucho más si en los tiempos que corren pareciera que cuanto más se grita, más se insulta y más irracional se es, entonces más probabilidades de hacer vertiginosas y notorias carreras públicas. De hecho, vayamos a contracorriente de aquello a lo que los medios, la política y las redes nos han acostumbrado. Resistamos. Que es otra manera de decir: inventemos o erremos, como quería Simón Rodríguez[3], pero no nos resignemos a la precariedad que parece imperar.
En esta primera misiva quisiera dar una breve muestra de la propuesta a partir de la justificación del nombre de nuestra sección. Acaso la misma se nos descubra como alternativa comunitaria autóctona a la promoción exagerada de un libertarismo individualista y camaleónico, que parece haber calado hondo en nuestras juventudes. En vez de agarrárnosla con les pibes (nuestro futuro), ofrezcamos variantes.
A grandes rasgos, ayllu en quechua significa tanto “familia numerosa” como así también “clan” o incluso “parentesco”. De este modo, refiere a un grupo de familias que se relacionan sobre la base de algún parentesco, viven en un territorio determinado, trabajan y se organizan colectivamente, hablan una misma lengua, comparten una historia común y profesan un mismo culto religioso.
Fue la base de la vida en sociedad en el sur y centro de la región andina antes de la Conquista y persiste como realidad socio-territorial en la actualidad; existen registros arqueológicos de ella en cada una de las dinastías que poblaron los Andes: Chavín (1200-200a.C.), Nazca (100a.C.-600d.C.), Moche (100d.C.-700d.C), Huari-Tiahuanaco (700-1000 d.C) y Chimú (1000-1470d.C). A mediados del s.XV, cuando los incas comienzan a expandirse, el ayllu era la unidad social básica que, ya una vez consolidado el Tahuantinsuyu (el Estado Inca), continuó administrándose de manera autónoma, sin intervención de éste.
Prestemos atención al hecho de que en los ayllus, todos los bienes (tierra, vivienda, lugares y espacios en general), si bien eran administrados por un curaca (jefe local), eran comunitarios: pertenecían a todes y a nadie en particular a la vez, ya que dentro del ayllu no existía la idea de individuo tal como la entendemos hoy. Los derechos y obligaciones de les habitantes eran concebidos como colectivos, no como individuales (¿Qué tipo de libertad le correspondía a una sociedad así? ¿No podemos pensar en una libertad que sólo sea factible si se integra a una red de otras libertades, en vez de quedar opuesta a y escindida de ellas?). En ese sentido, lo que diferenciaba a un ayllu de otro eran los tejidos, las vestimentas o, incluso, los colores o adornos que usaban les individuos que los habitaban. Pero no les individuos mismos dado que era el ayllu el que otorgaba identidad al grupo.
La organización colectiva del trabajo individual y familiar dentro del ayllu estaba regida por dos nociones fundamentales en la cosmovisión andina: el ayni, que implicaba un “dar para recibir” materializado en préstamo de trabajo de una parte a la otra, basado en el principio de reciprocidad y bajo promesa de devolución del mismo cuando la parte prestadora lo necesitara. Y la mita, que era el trabajo que cada ayllu debía realizar como tributo al Estado incaico y que éste usaba para su propio mantenimiento pero también en términos de redistribución a toda la población.
Ahora bien, habrá quien de manera atenta me pregunte qué tiene que ver esta forma de organización social, ancestral y andina, con aquello que se anunciara al principio de este texto en términos de propuesta: poner en debate ideas, proyectos, figuras e imaginarios de nuestro pensamiento a partir de un diálogo que busque en el pasado claves para entender el presente y vislumbrar el futuro.
Yo sostengo que tiene mucho que ver. Porque como país, nación o comunidad debemos reencontrarnos en algún tipo de ámbito (dialógico, plural, político) en el que prevalezca algún grado de sentir colectivo por sobre nuestro individualismo ficticio. En ese sentido, el ayllu como forma de agrupación arquetípica americana nos remite directamente a nuestra naturaleza social: la filiación (familiar y también política). La misma nos insta a reconocernos, primero que nada, como familia. Luego, semejantes a partir de nuestras diferencias en una trama de ayni (reciprocidad). Y a construir (o reconstruir) esa trama a partir de una mita (redistribución) de las ideas, las palabras, los saberes y las prácticas.
Ante el embate de un capitalismo de mercado que arrasa nuestra pachamama[4], de una política mediática que en un abrir y cerrar de ojos vacía de significados, para invertirlos, términos que fueron construidos con siglos de lucha, de una Inteligencia Artificial que nos vuelve cada vez más brutes y dominades, que nuestro ayllu sea un territorio en el que nos encontremos y nos reconozcamos, familia, para leer, pensar y discutir.
Soy el Negro Mazzochi, filósofo y docente, y me dedico a estudiar y a investigar el pensamiento argentino y latinoamericano porque creo fervientemente que ha llegado la hora que pensemos lo nuestro a partir de lo nuestro. A ello les invito y espero de corazón que me acompañen. En la próxima, nos dedicamos a pensar la dicotomía[5] sarmientina civilización y barbarie y algunas lecturas posteriores de la misma.
Les saludo muy cordialmente…
[1]Segunda pregunta: ¿cuál de todas las grietas es la grieta? Sólo por repasar brevísimamente algo de lo que vamos a discutir en nuestros encuentros: ¿civilización/barbarie, unitarios/federales, Buenos Aires/interior, liberalismo/nacionalismo, etc.? [2]O sea, reduciendo la realidad a dos polos: el de lo bueno y lo malo. [3] Educador, filósofo y prócer venezolano. Nace en Venezuela en 1769 y fallece en Perú en 1854. Fue tutor y maestro Simón Bolívar. [4]Madre tierra. Su día de fiesta es el 1ro de agosto y es celebrado en todo el ámbito del N.O.A. y del Tawantinsuyu. [5]Una dicotomía es algo que se divide en dos partes.