Una manera de pensar nuestro ayllu: la Eurindia de Ricardo Rojas – 4º entrega
*Por el Negro Mazzochi, filósofo y docente
al futuro, siempre primaveral y amoroso:
@agustavarnie @feligallitrico @agusorueta
Dado que en nuestra entrega pasada vimos (a pedido de Leonor) a Kusch, pasemos revista a un autor (pero sobre todo a una de sus obras y, ya que estamos, a cierta tradición) que, prejuzgo, no estamos leyendo muy asiduamente. Que este texto sirva como motivación para revertir la tendencia.
El ensayo Eurindia de Ricardo Rojas propone una recuperación de lo indígena como fundamento de lo nacional. Lo hace en procura de una estética a partir de la descripción de un viaje que es a la vez temporal (a un pasado mítico constitutivo e identitario) y espacial (una región geográfica que atesora un acervo cultural del cual nutrirse) y que supone una labor arqueológica y psicológica de recuperación de lo indiano como posibilidad de reconocimiento y de resistencia a lo europeo, a lo occidental (porque nosotres no somos occidentales, ¿o sí? Les invito, como siempre, a participar, discutir, debatir, etc.).
¿Quién fue Ricardo Rojas? Nacido el 16 de setiembre de 1882 en San Miguel de Tucumán se crió en el seno de una familia perteneciente a la élite política y social de Santiago del Estero. Desde joven se destacó como escritor, periodista y docente interesado en la cuestión nacional. En 1899, tras la muerte de su padre, viajó a Buenos Aires. En 1909 Joaquín V. González lo convocó como docente de la Universidad Nacional de la Plata. En ese mismo año escribió La Restauración nacionalista, obra en la que repasa los sistemas educativos europeos y en la que propone y fundamenta un modelo educativo nacional con base en la historia y en defensa y exaltación de lo argentino. Un año más tarde, en 1910, centenario de la Revolución de Mayo, Rojas escribió Blasón de Plata, donde desarrolla una etnogonía regional a partir de los conceptos de exotismo e indianismo1 (términos que retomará en Eurindia2). En 1912, quedó al frente de la primera cátedra de nuestro país sobre literatura argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y en 1917 publicó los cuatro volúmenes de su Literatura Argentina, vertebrando de esa forma y por vez primera una historia de las letras de nuestro país. En 1926 fue nombrado rector de la Universidad de Buenos Aires, cargo en el que se desempeñó hasta 1930. En ese año se sumò a las filas del Partido Radical y esta adhesión le valdría el destierro a Tierra del Fuego tras el golpe de gobierno. Falleció el 29 de julio de 1957.
Intelectual fundamental de la Generación del Centenario, señala Gutiérrez que su nacionalismo se nutre de una “glorificación de las tradiciones criollas y regionales” así como de “la defensa de la cultura autóctona” (2017, p.8). A partir de este marco intelectual y como síntesis de su pensamiento, Rojas publica Eurindia en 1922 como suplemento del diario La Nación y en 1924 como libro (¿recuerdan que Sarmiento publicó Civilización y Barbarie del mismo modo? ¡Lean nuestra segunda entrega si no!); su subtítulo reza “ensayo de estética fundado en la experiencia histórica de las culturas americanas”.
Fieles e incondicionales lectores, recordemos nuestra entrega pasada (la tercera) acerca de Rodolfo Kusch y recalemos con Rivara (2020) en que hay una dimensión en que los recorridos existenciales e intelectuales de Kusch y de Rojas son, de algún modo, inversamente proporcionales: mientras que Rojas traza un derrotero que va desde un interior periférico a un Buenos Aires “consagratorio” del que volverá a partir, ya sea en virtud de su exilio político o de sus “viajes imaginarios”, fundacionales de una nacionalidad histórico-mítica (Blasón de Plata, Eurindia), Kusch parte de ese centro geográfico-intelectual que es Buenos Aires para adentrarse a una periferia “ligada a otros centros continentales” desde la cual registra “la presencia de lo periférico, lo indígena y lo provinciano en el mismísimo centro” (lean o revisen, por caso, Indios, porteños y dioses, América profunda.¡Recuerden que en la última entrega les suministré vínculo a las obras completas de Kusch totalmente gratis!).
De una u otra manera (más teóricamente estética Rojas, más empíricamente arqueológica Kusch), ambos autores “rompen” el antagonismo recíprocamente constituído de centro-periferia/capital-provincia/Buenos Aires-interior “reinstalando la dialéctica rota de nuestro colonialismo interno” (Rivara, 2020). Y recuerden que esos antagonismos, en el caso de nuestro país (en sentido amplio: de nuestra nación, de nuestra patria) derivan o conectan con el binomio nacional (la “zoncera madre” según Jauretche): civilización o barbarie.
En Eurindia, tanto el exotismo que representaba la cultura europea en estas tierras como así también nuestra tradición colonial y nuestra raigambre indiana (en tanto legados histórico-culturales autóctonos) encuentran una posibilidad de amalgamiento, de fusión o “mezcla milagrosa” en el arte, cuya función pedagógica radica en una remisión a lo propio (de la tierra, del paisaje, de la raza) y de la cual germinará “la originalidad del alma nacional a través de la continuidad de la tradición, la unidad de la cultura, la correlación de los símbolos y la homología de la civilización de América” (Gutiérrez, 2017, p.8). Es la lengua donde este yachai3 se manifiesta a la conciencia nacional. En este sentido, subyace a la propuesta de Rojas una dialéctica que sintetiza un elemento vernáculo (el indígena) con otro exógeno, extraño, extranjero (el español) y del cual deviene, en tanto tercer momento que contiene de manera conciliadora a los anteriores, una cultura nacional con rasgos identitarios propios, provenientes de nuestra geografía (en particular de nuestro NOA) y de nuestra historia (reducida a cuatro momentos capitales: indiano precolombino, colonialismo español, independentista y aquel en el que escribe nuestro autor, el cosmopolitismo ligado a los flujos migratorios y al capitalismo de principios del siglo XX):
“La unidad de una sola fuerza que se desarrolla en la vida de una nación: la tierra que plasma un pueblo en el espacio, el pueblo que realiza una tradición en el tiempo; la tradición que crea una cultura en el espíritu, como resumen de tierra, pueblo y tradición, implícitas en la cultura nacional. La cultura, a su vez, se resume en una filosofía y un arte” (Rojas, 2012, p.112).
Si Rivara nos mostró una asimetría entre Kusch y Rojas, tracemos ahora un paralelismo gestual de ambos autores, quienes al recalar y abrevar en el NOA como chacra de la cual hacer brotar la matriz de una identidad nacional, de alguna u otra manera, se inscriben en la continuidad divergente de una tradición indigenista-espiritualista que aúna a figuras tales como Juana Gorriti (1818-1892), Joaquín V. González (1863-1923), Bernardo Canal Feijóo (1897-1982) o Francisco René Santucho (1925-1975) entre otros.
Rojas depositó su mirada en el NOA como territorio privilegiado desde el cual asentar la posibilidad de una fundación mítica de la identidad nacional. Para Ferrás, esta motivación se da como correlato de un momento intelectual previo: la “desacralización del homo europeus” (2022, p.62) que se hace explícita en Los Modernos. Obra que se publicó en 1922, año en que nuestro autor comienza a divulgar Eurindia como suplemento del diario La Nación.
El abrazo a lo indiano como resguardo ante un cosmopolitismo inmigratorio heterogéneo y desarticulado había cobrado materialidad en Blasón de Plata (1912), cuyo prólogo apareciera de manera anticipada en el mismo diario La Nación en pleno Centenario. El carácter de dicho gesto era, para la época, por lo menos atípico. A la vez, confrontaba dos fuerzas en pugna dialéctica: por un lado, el indianismo; previo, autóctono, “raigal” (Ferrás, 2022, p.64) y constitutivo de una historia interna. Por el otro, el exotismo; posterior, euro-atlántico, importado y proveniente de una historia externa.
Volviendo a los paralelismos, Kusch y Rojas desplazan su foco a una marginalidad geográfico-cultural que les vale de trinchera contra un eurocentrismo económico-cultural siempre avasallante. Y en la convergencia de ese acto, se vuelven ellos mismos marginales de su campo cultural. Paradojas de la vida, ¿no?
El afán mutuo por una subyacencia (Rivara, 2016) nativa que ha resistido los embates de la colonización y la colonialidad es rastreada por Kusch y Rojas en la geografía, en la historia y en la cultura del NOA (como bastión cuasi exclusivo de una auténtica identidad cultural y de espaldas a otras geoculturas posibles como la de la Patagonia o la del Gran Chaco)4. Este elemento subyacente conlleva connotaciones psicológicas, cuya búsqueda lleva a Rojas a las “diversas capas geológicas del ser colectivo, al principio primitivo de la Patria, al inconsciente y/o al ‘Hades de la Argentinidad’” (Maihle, 2018, p.3) que, como instancia colectiva reprimida, posibilita una epistemología (un conocimiento) jerárquicamente superior a las verdades euro-centradas del positivismo cientificista que llegaron y llegan desde Europa. El ensayo, como dispositivo literario, será la forma “terapéutica” (Mailhe, 2022, p.24) privilegiada con la cual abordarlo, por un lado, y describirlo, por el otro, en clave didáctica5, a un “lectorado ampliado” (Mailhe, 2017, p.38), en un estilo que oscila entre el misticismo, el esoterismo, el simbolismo, la arqueología, la estética y la metafísica.
Para Rojas, había una tensión de base en el vínculo de los elementos que conforman su metafísica: el indio y el europeo.
“El genio americano perece en una atmósfera que no es la suya, porque históricamente es de Europa, y el genio europeo también perece en ella, porque geográficamente esa atmósfera es de América” (Rojas, 2012, p.18).
El primero no será ya nunca más el mismo tras la Conquista. El segundo, se ve sometido al influjo de una geografía que no es la propia y en la cual el despliegue de su propia naturaleza queda en falsa escuadra. Ambas terminan siendo, allá por el Centenario, “heterogeneidades opuestas y desarticuladas” (Ferrás, 2022, p.64) que no terminan de integrarse sino como partes sumadas y amontonadas, y que reclaman, a los ojos de nuestro autor, una solución de continuidad que las amalgame en un todo superador.
Eurindia -ese “ideal de autonomía y superación” (Rojas, 2012, p.120)- será entonces no sólo el “manifiesto político” (Ferrás, 2022, p.65) de una nueva estética sino también la demostración de un tercer momento dialéctico que viene a hacer las veces de síntesis de este laberinto sin salida histórico-cultural. Por consiguiente, es el movimiento de una conciencia que llega a un estadio superior de su despliegue; el que resuelve la tensión entre un europeísmo imposible fuera de Europa y un americanismo violentamente reprimido como “categorías territoriales” (Ferrás, 2022, p.65).
“Cada civilización es la realización de una cultura; cada cultura, la forma temporal de una tradición; cada tradición, la función histórica del espíritu de un pueblo” (Rojas, 2012, pp.16-17).
El correlato de todo ello es la realización de una identidad cultural que, si bien mestiza6, no por ello deja de ser nacional. Y dado que América Latina compartió y comparte una misma historia (o intrahistoria) de Conquista, saqueo y colonialismo, Eurindia termina siendo una potencia vital de alcance continental que, en la interpretación de Mailhe, refleja la confianza que Rojas tiene en “el triunfo teleológico constante de un numen local, capaz de acriollar lo elementos foráneos” (2018, p.3).
“De todo ello he deducido las normas que he llamado ‘continuidad de la tradición’, ‘unidad de la cultura’, y ‘correlación de los símbolos’. Dichas normas explican también las culturas regionales de otras naciones americanas. Y esto último se comprende aún por ‘la ley de las formas homólogas de América’” (Rojas, 2012, p.249).
Maihle sostiene que hay un linaje de pensadores nacionales, entre los que se encuentran Rojas y Kusch pero también Joaquín V. González o Canal Feijóo entre otros, a los que los une “el anhelo de una religación comunitaria” y la “demanda insatisfecha de (…) [una] communitas” (2022, p.30) que el mundo andino, modelo para estos planteos, aún contiene y al cual se debe volver para combatir las consecuencias socio-culturales indeseadas del positivismo y el capitalismo modernos.
En el caso de Rojas, la invocación indígeno-telúrica no deja de ser problemática; señala Maihle que la:
“fusión de elementos arcaicos y modernos (o periféricos y occidentales) no implica exactamente una equiparación democratizadora, porque Rojas reinserta esos sustratos culturales en una escala jerárquica y evolutiva (…) la secuencia ascensional de la iniciación en el ritual de Eurindia duplica el paradigma evolucionista, pasando de las formas más rudimentarias del arte y del misticismo a las manifestaciones más complejas ligadas a la modernidad occidental (…) Rojas diseña un descenso hacia el sustrato indígena, para suscitar luego una elevación de los materiales constructivos y de los temas populares, en favor de la creación culta de vanguardia. Así, perfila un movimiento circular que fusiona y trasciende los polos antagónicos, pero reponiendo implícitamente la dirección de la dominación” (2017, pp.30-31).
La postulación de esta síntesis euríndica y la creencia en su viabilidad “jerárquica y a-conflictiva” puede leerse, en la interpretación de Mailhe, como reverberación de ese yrigoyenismo que resolvía la problematicidad social con un “discurso integrador”, “políticas de mediación” y “prácticas represivas” como las de la Semana Trágica de 1919, de la Patagonia en 1921 o de la Masacre de Napalpí en 1924. Tal postulación, como veremos, debería resonarnos acá en San Luis si pensamos en la ausencia de acta de fundación provincial, en Arocena/Juana Koslay y en la narrativa histórica de Gez. Se los dejo picando…
Referencias Bibliográficas:
Ferrás, G. (2022). Ricardo Rojas: la Argentina proscripta. Cuadernos Americanos, (182), pp. 57-83.
Gutiérrez, N. (2017). Ricardo Rojas y Luis Perlotti. Los fundadores de Eurindia. Legado, (publicación digital, Nº5), pp. 7-16.
Mailhe, A. (2018). El mestizaje indo-hispánico en la educación estética de las masas. Revista Estudios del ISHiR, (Año 8, Nº 22) pp. 1-26. Unidad Ejecutora en Red ISHiR – CONICET, en http://revista.ishir-conicet.gov.ar/ojs/index.php/revistaISHIR|
Mailhe, A. (2022). Derivas de la americanización de la Argentina en América profunda de Rodolfo Kusch en Cuadernos de Humanidades. (N° 36), pp. 18 – 32.
Mujica Bermúdez, L. (2017). Siete notas andinas para pensar la ética. Revista Kawsaypacha, (Nº1), pp. 69-91.
Rivara, L. (2020). Metáforas de la nación: indigenismo, telurismo y mestizaje en Ricardo Rojas. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, (vol. 18, núm. 70). Disponible en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=496461672005
Rojas, R. (2012). Eurindia, ensayo de estética sobre las culturas americanas. Ed. Docencia.
Reimpresión facsimilar de la 2da edición de Ed. Losada (1951).
1 Tal binomio, según Rojas, “explica todos los procesos argentinos o americanos de progresos y reacción (…) Con él explico la crisis de nuestra historia política y las renovaciones de nuestra historia intelectual” (2012, p.19).
2 “Eurindia es el nombre de un mito creado por Europa y las Indias, pero que ya no es de las Indias ni de Europa, aunque está hecho de las dos” (Rojas, 2012, p.12).
3 “El ethos griego puede traducirse al quechua como yachay (…). significa ‘habitar o vivir en algún lugar’ y ‘conocer o saber cómo se vive’” (Mujica Bermúdez, L. 2017, p.71).
4 “En esa tradición discursiva, el NOA suele adquirir protagonismo por el derrame de las ‘grandes civilizaciones’ de Tiahuanaco y de Cusco en el pasado precolombino, por la convivencia supuestamente ‘pacífica’, desde el período colonial, entre patrones y peones, y por la lucha conjunta de indígenas y blancos criollos contra los españoles, en las guerras de emancipación” (Mailhe, A. 2022. p.19).
5 “La operación nacionalista y mestizófila de Eurindia queda condensada en el símbolo del árbol (cuya eficacia didáctica, por lo demás, es afín al didactismo (…) abocado a crear conciencia americanista en el lectorado medio del periódico La Nación)” (Maihle, 2018, p3).
6 “Rojas piensa el mestizaje como un procesos de homogeneización (de fusión superadora, en la que los binarismos finalmente se disuelven), en contraste con una concepción abierta del conflicto dialéctico, donde los polos opuestos no se suprimen, sino que conservan su antagonismo” (Mailhe, 2018, p.3). Kusch, sería un ejemplo de ello.