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Carta Homenaje a la Vida. O cómo sobrevivir a la impotencia. Por Diana Della Bruna

te voy a matar
derrota.
Juan Gelman

Soy Diana Della Bruna, soy bonaerense y hace más de diez años que vivo en el norte, mayormente en Chaco. Tengo familia y amistades sororas y fraternas en Buenos Aires, Chubut, Córdoba, Formosa y Chaco, si no olvido a alguien que ande por otros lugares. Y, como saben esas personas y algunas más, desde el 10 de marzo estoy aislada sola en mi casa de Resistencia por haber mantenido contacto con un caso confirmado y uno sospechoso de padecer coronavirus. También saben que no presento síntomas y que estoy bien.

Escuchar es un acto revolucionario. Y hoy siento que hablar, también. No suelo tomar las cosas personalmente, no suelo hablar públicamente de mí o de mi historia particular, lo que hago, mis deseos, qué me mueve. Creo que mi posición política se manifiesta en mis actos y mi ejercicio de la comunicación tiene muchas veces que ver con permanecer invisible. El éxito del trabajo reside en que la historia y sus impulsorxs sean protagonistas.

Pero hoy no puedo ir a la historia, no puedo ir a lxs protagonistas. No puedo ir. Hoy el motor es quedarme quieta. Y siento impotencia. Como la palabra es acción, siempre lo fue para mí, y escribir quizás sea lo único que quede, hago esta carta. Hago.

Chaco, mi historia con Chaco y la historia de Chaco… Cuando tuve que acompañar a quienes recuperaban o defendían el territorio robado y saqueado, con su vida. Cuando lxs compañerxs qom, pilagá, wichí tosían su tuberculosis y al cuerpo le dolía el tratamiento. Cuando le reventó el corazón a un referente comunitario indígena por un chagas aguantado toda la vida y no le pude decir “en tu casa, cerca del monte y sin luz una noche helada de julio, pude ver el Mañec del cielo y entender. Y tu Pueblo quedó un poco más huérfano desde que te fuiste”.

Y morían y mueren, indígenas y criollxs, habiendo sido destroncadores y cosecheros de algodón desde la infancia. Ladrilleros y albañiles. Sus espaldas, sus manos, sus rodillas lo recuerdan y lo resienten. Y sus ojos. Cuando amenazaban a lxs luchadorxs, y los asesinaban. Cuando asesinaron a Mártires López. Y armaban causas judiciales criminalizando la protesta social, por pedir agua. Sí, agua. En Pampa del Indio, donde no hay agua desde hace más de diez años y ahora es peor. Pero hoy les piden que se laven las manos.

También cuando le echaban glifosato a la gente o en los mismos bidones que descartaban, esa misma gente acarreaba agua. Cuando murió un niño aplastado al caer de su carreta, yendo a buscar agua. Agua, agua, agua. Cuando luchamos por la educación bilingüe intercultural, por la comunicación indígena. Para levantar las escuelas de gestión propia, las antenas, para detener el genocidio cultural.

Cuando resistimos y seguimos resistiendo a la epidemia de dengue desde hace años. Que se lleva a lxs pobres, a lxs vulnerables. Y a la epidemia de femicidios, abusos, violaciones y violencias contra las mujeres. Y al “chineo” contra las mujeres indígenas. Y al racismo, al odio. Por Juana, Magdalena, Ismael, Imer, Jesús, Benjamín, Sebastián y aquellxs que mataron antes de ponerles nombre.

Y a la epidemia de hambre, por la que tenemos una medida cautelar desde el 2007 que dice que protege a las comunidades allá en el Lejano Noroeste chaqueño, El Impenetrable. Y no nos olvidamos de las denuncias que hubo contra Ejército por el abuso de exigir sexo a cambio de esa caja miserable de mercadería que nunca solucionó el problema. Infames.

Cuando defendimos y seguimos defendiendo el monte, El Impenetrable. Antes de los incendios en Brasil, en Australia. Ese segundo pulmón de Latinoamérica, ese bosque seco tan frágil cuyo equilibrio biológico, espiritual y sagrado lxs indígenas supieron entender y conservar para preservar la Vida en todas sus formas. Hasta que llegamos nosotrxs.

Cuando el agronegocio, los agrotóxicos y la industria farmaceútica mataron a mi padre. Y el mismo sistema, que es el Capitalismo, intentó matar a mi madre y no pudo.

La gran peste, la pandemia. No es lo peor que me pasó, en sí mismo. No es lo peor que pasa en Chaco. Pero somos vulnerables. ¿Cómo no sentirme desarmada con la forma en que me toca vivirlo? ¿Cómo no estar paralizada por la nueva cara que asume el enemigo de la Vida, que ahora nos impide luchar abrazadxs, por lo menos, físicamente?

Sola, con mi familia y amistades a miles de kilómetros, algunas a unos cuantos metros, pero inaccesibles también. En peligro, también. Y quizás yo no muera, porque no me olvido que tengo privilegios. Soy de la clase trabajadora y mujer, pero blanca, joven y universitaria. No conozco el hambre y la sed, el desarraigo, el ultraje y el despojo de mi dignidad humana. No los conozco más que a través de mis hermanxs. Hermanxs en el sentido espiritual, familiar, comunitario.

Quizás no muera yo. Pero otros pueden y van a morir si no hacemos algo. Y son esxs, nuestrxs hermanxs más despojados, oprimidxs, olvidadxs.

Siempre sentí el llamado de la Historia y lo digo sin dramatizar. Me enseñaron a escucharlo grandes Maestras, grandes Maestros. Y sigo siendo una aprendiz. A veces lo sentí débilmente, a veces muy fuerte. Como, cuando sentada al volante de una camioneta blanca, un dirigente qom golpeó el capot determinadamente y me gritó: “Diana, es ahora”. Y fuimos a defender la tierra de Victoria Adriani y los hermanos Berdún, sus hijos.

Y en todas esas cosas, durante diez años, no nos escondimos, no fuimos máscara ni disfraz. Fuimos auténticxs. Fuimos silencio, ruido sordo que camina y puño cerrado en alto. Gritamos, pero no nos quisieron escuchar. Eso no nos detuvo ayer, no nos detiene hoy. Hoy que la Historia nos llama fuerte a todxs.

Luchamos y vivimos. Lo hicimos Daniela, Isabel, Silvio, Celeste, Diego, Lorena, Araceli, Sergio, Clarisa, Pascual, Neike, Paula, Martín, Natalia, la FNC, Victoria, Sixto, Florencia, Gonzalo, Víctor, Luis, Dany, Mártires, Pájaro, Milcíades, Miguel, Aureliana, Cristobal, Canuto, lxs comunicadorxs qom con lxs que pude compartir sueños, Roberto, Orlando, Mauro, Emilio, Jorge, Cristián, Anselmo, Fabián, Rita, Isabel, Patricia, Laura, Ever, Alfredo, Walter, Lucas, Luis, La Timbó, Mauro, Pablo, Ercilia, Fidel, Eusebia, Francisco, Ariel, la RNMA, Kitty, Ale, Federico, Gise, Blanca, Medo, Martina, Hilda, Rolando, Nélida, Roxana y tantxs más de los que nunca supe el nombre, tantxs otrxs desde lejos, apoyando.

Como me dijo hace poco la hermana de una víctima de gatillo fácil: “a todxs nos va a tocar (morir), pero no así. No somos perros”. Y para mí eso tuvo un significado más grande que la muerte particular a la que ella se refería. Era la muerte de todxs aquellxs que son Pueblo y oprimidxs.

Hagamos lo que nos toca hoy juntxs. Sin violencia, egoísmo, racismo, oscuridad. Celebrando el heroísmo de lxs trabajadorxs de la salud, la fuerza de aquellxs que están aisladxs por responsabilidad lejos de sus familias, la voluntad de lxs que siguen trabajando para que tengamos comida y educación, la honestidad de lxs que no suben los precios y no acaparan, el amor de nuestrxs hermanxs. El amor.

Y nos estaremos abrazando después de la pandemia. Pero fuerte, por pulsión de vida.

*Imagen: Contra Marcha Vendimial. Organizada por Asambleas Mendocinas por el Agua. 2014.

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