Violencia gineco-obstétrica: “Si no vas a hacer bien la fuerza, es porque no querés conocer a tu hijo”
*Por Carolina Espinosa y Constanza Rosales Sibiglia. Estudiantas de Lic. Comunicación Social de la Universidad Nacional de San Luis.
La violencia gineco-obstétrica es violencia de género. En una sociedad donde no hay suficiente información, no se habla de derechos y el dolor es permanente, las frases “es normal”, “aguantá” o “ya pasó”, siguen permaneciendo en el sistema de salud.
“Mi vivencia con la violencia gineco-obstétrica comenzó muchos años atrás, cuando en un contexto de vulnerabilidad física y emocional fui tratada como un cuerpo a intervenir, no como una persona a cuidar”, detalla Angélica Lopetrone, docente y acompañante perinatal.
Y aunque existe en Argentina la Ley 25.929 de Parto Respetado que garantiza derechos como recibir información clara, evitar intervenciones innecesarias y que la persona gestante esté acompañada durante todo el proceso, su implementación efectiva sigue siendo baja y las violencias ejercidas por profesionales del sistema de salud, alta.
Los principales motivos de las denuncias por violencia obstétrica son el trato deshumanizado, la falta de información y el no respeto por las decisiones de las mujeres y otras personas gestantes.

Lo que no se nombra, no se transforma
Hablar de violencia gineco-obstétrica es abrir la posibilidad de sanar, de prevenir, y de construir una atención más humana y respetuosa. No se trata de señalar profesionales, sino de revisar un sistema que muchas veces actúa sin conciencia del impacto emocional y corporal que genera.
El personal de salud debe acompañar a la paciente, y respetar sus decisiones. La medicina tuvo avances significativos y no hay que desmerecer sus aportes, pero cuando colocan a la mujer o persona gestante como un objeto, generan violencia física y emocional.
En este sentido, la Educación Sexual Integral (ESI) tiene un rol clave en tanto permite prevenir y erradicar la violencia de género porque ayuda a identificar y desnaturalizar las prácticas violentas, promoviendo vínculos basados en el respeto, la equidad y el consentimiento.
La ESI aporta herramientas para reflexionar sobre estereotipos de género, el amor romántico y el uso de tecnologías digitales, capacitando a docentes para acompañar a estudiantes y a toda la comunidad educativa en la construcción de relaciones más saludables y libres de violencia.
“Si no vas a hacer bien la fuerza es porque no querés conocer a tu hijo”, fue lo que le dijeron a Nahir, víctima de violencia obstétrica.
En un sistema donde los deseos y derechos no son respetados aparecen frases opresivas: “es normal” “aguantá” “no es para tanto”. Tratar a pacientes de “gordita” , “mamita” “sos muy joven, por eso no te ligamos las trompas”, son formas de ejercer violencia de género, donde la decisión de mujeres y personas gestantes no son escuchadas, respetadas ni valoradas.
Ese respeto empieza escuchando, sin juzgar, sin minimizar ni intentar justificar. Entendiendo que el acompañamiento no es hacer cosas por la otra persona, sino estar presente, sostener y validar la experiencia.









