8M Marcho para festejar las rebeldías luminosas

Por Rosita Somaré
La historia de las mujeres ha sido entretejida con rebeldías, desobediencias, múltiples resistencias, luchas acontecidas en el pasado y en contexto presente frente a diferentes formas de sometimiento, explotación y dominación. Cobra sentido mencionar aquí las luchas organizadas y protagonizadas por las mujeres de los pueblos originarios, las del movimiento obrero, las que militan en grupos, asociaciones barriales y movimientos de derechos humanos, entre otros; mujeres que fueron interpelando e impugnando no sólo el poder patriarcal, sino también los terrorismos de estado de los genocidios que asolaron nuestro país y la región latinoamericana.
En este cambio de época cobra sentido resignificar el aporte de María Luisa Femenías (2013) cuando explica: “Desde la década de los sesenta, se llama “ideología patriarcal” o “patriarcado” al sistema de dominación sexo-género que expresa y reproduce la desigualdad, la invisibilización y la imposición de modelos o estereotipos socioculturales naturalizados, delimitando a su vez los espacios jerárquicamente significativos como espacios de los varones, tanto en la esfera simbólica como en la física; en la pública como en la privada”. [1]
El patriarcado se reproduce renovando tácticas, estrategias que operan en la reproducción de prácticas que oprimen, censuran, ocultan, disciplinan, controlan, asesinan, exterminan, En oposición a ese modelo de valores, la perspectiva de género, de derechos se configuran en un obrar ético político coherente con el sentido de lucha de las periferias y las voces de las víctimas de la región latinoamericana y del mundo.
En contexto actual, la clase dominante transforma todo en mercancías -la tierra, el agua, el aire, la vida, los sentimientos, y con su lógica neoliberal de mercado, ejerce una violencia que deshumaniza las relaciones humanas, depreda la tierra, contamina el planeta con su sistema de producción que destruye territorios y coloniza las mentes de las personas.
Adquiere relevancia el pensamiento de Vandana Shiva[2] (2016) cuando reflexiona diciendo “el sistema político y económico, que tiene más de doscientos años de historia, el capitalismo patriarcal, se basa en la guerra contra la tierra, guerra contra las mujeres, guerra contra la vida. Por eso cuando mujeres como Bertha[3] se levantan en defensa de la vida, en defensa de la tierra, en defensa de los derechos de la gente, el sistema las criminaliza, porque es un sistema criminal. Criminaliza a quienes luchan en defensa de la vida. Vemos cómo se incrementa la violencia hacia las mujeres, porque el capitalismo patriarcal es la convergencia de la codicia, de acumulación y de extractivismo, pero también es el miedo a todo lo que está vivo y libre. Y Bertha estaba de pie, por la libertad y la vida. Por eso generó miedo en aquellos que destruyen la tierra y destruyen a nuestra sociedades”. [4]
Con relación a las nuevas formas de violencia contra las mujeres, vemos como los femicidios y los discursos se configuran en las marcas sociales de una creciente violencia hacia las mujeres. Igualmente escuchamos una narrativa justificadora, encubridora que naturaliza una violencia exacerbada hacia nuestros cuerpos. En la complejidad de una ‘guerra contra las mujeres’, todavía escuchamos decir ‘mujeres tenían que ser’. Por eso, en clave de género, nos preguntamos ¿Quién lo dice? ¿Por qué, para qué y cómo se dice? ¿En qué situaciones y condiciones sociales, económicas y políticas se expresa ésa idea? Estos interrogantes permiten reflexionar sobre enunciados ordenados en dirección a sujetar a las mujeres en su hacer cotidiano. Desde una perspectiva feminista, nos animamos a afirmar que la expresión a la que hacemos referencia, albergan un contenido ideológico patriarcal -hoy reactualizado- que marca, descalifica, denigra, violenta y funda una narrativa discursiva que nos rotula como: brujas, diablas, hechiceras, descentradas, histéricas, pecadoras, públicas, fuente de pecado, bochincheras, subversivas, libertinas, malvadas por naturaleza, locas. Estas denominaciones se encuentran vinculadas a la división sexual del trabajo y a la vez sostienen una subestimación acerca del aporte que las mujeres pueden hacer en la vida socio-política.
Rita Segato (2010) considera que “La violencia moral es el más eficiente de los mecanismos de control y de reproducción de las desigualdades. La coacción de orden psicológico se constituye en el horizonte constante de las escenas cotidianas de sociabilidad y es la primera forma de control y de opresión social en todos los casos de dominación. Entonces “… la violencia moral es todo aquello que envuelve agresión emocional, aunque no sea consciente ni deliberada. Entran aquí la ridiculización, la coacción moral, la sospecha, la intimidación, la condenación de la sexualidad, la desvalorización cotidiana de la mujer como persona, de su personalidad y sus trazos psicológicos, de su cuerpo, de sus capacidades intelectuales, de su trabajo, de su valor moral”. [5]
En las primeras décadas del siglo XX, las mujeres eran consideradas incapaces, inútiles, no responsables y por eso debían quedar bajo tutela masculina. Se sujetaba a las mujeres ya que debían contar con la autorización de los maridos para poder efectuar contratos con terceros. Así, quedaban sometidas a un orden patriarcal, convalidado por el Código Civil, redactado por Dalmacio Vélez Sársfield. De esta manera se restringía con más fuerza la libertad de las mujeres, despojándolas de la posibilidad de ejercer una profesión, cercenando los derechos con una retórica impregnada de prejuicios, es decir, se despojaba a las mujeres a ejercer una práctica de derechos que sólo los varones gozaban. Los reclamos feministas fueron generando debates en torno a la igualdad jurídica, la potestad sobre los hijos, los derechos políticos. Vale ejemplificar recordando lo acontecido en Córdoba con la Reforma Universitaria de 1918. En las fotos y en la mayoría de los documentos de la época no aparecen mujeres, sin embargo, hacía más de tres décadas que ellas estudiaban y egresaban con títulos de parteras, médicas, y farmacéuticas de la Facultad de medicina. Cobra relevancia mencionar a Prosperina Paravan[6], quien se atrevió a originar transformaciones políticas en las universidades. Solicitó el ingreso a la carrera de odontología y con coraje enfrentó los impedimentos explícitos e implícitos, por su ‘condición femenina’, en todo el ámbito académico. Prosperina, transitó su militancia universitaria reformista con dignidad, marchó por las calles de Córdoba, soportó las represiones policiales y también participó políticamente convocando y luego presidiendo la asamblea del Centro de Estudiantes de Odontología, el 19 de de junio de 1918.
Cobra sentido pensar en el legado de lucha de las mujeres por sus derechos, en lo que habrán pensado y sentido, al resistir, o ser víctimas de las formas de violencia, gestos, culpas, miradas, actitudes que atravesaban la subjetividad femenina, logrando la discriminación, expulsión y exclusión de las mujeres de espacios socio-políticos y culturales.
Algunas reflexiones en tiempo presente
En el marco de los acontecimientos actuales, donde el poder patriarcal, machista y capitalista continua imponiendo un proyecto de muerte y genocidios, las mujeres continuamos apostando a la vida con utopías, sueños, propuestas, acciones, seguimos interpelando con el legado de las ancestras, reinventando los caminos de la emancipación, con nuestra caja de herramientas feminista, con experiencias teóricas- prácticas de este tiempo, reconociendo la posibilidad histórica de hoy, de ser capaces de unirnos en la diferencias y en la diversidad para enfrentar a los que nos oprimen y violentan.
Vale la alegría volver a pensar en Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Ituzaingó-Córdoba, Mujeres de la Unión de Asambleas Ciudadanas –UAC- Mujeres de colectivos barriales, docentes, gremiales, obreras de fábricas recuperadas.
Vale la alegría recordar el legado de nuestras abuelas, de nuestras madres, de mujeres como Bertha Cáceres, Rigoberta Menchú, Vandana Shiva, América Scarfó, Rosa Luxemburgo, Virginia Bolten, Juana Rouco, Fanny Edelman, Marina Vilte, Rosarito Vera, Julieta Lanteri, Carolina Muzilli, Eva Duarte, Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, entre otras.
En este 8M vale la alegría volver a pensar en Mujeres de una militancia política comprometida en contexto de nuestro gremio, de la Universidad Nacional de San Luis, como lo fueron las queridas Nechy Rubio, Mony Pelayes y Mary Rinaldi, quienes con coraje subversivo pusieron el cuerpo honrando la vida.
La apuesta hoy, es no quedarnos en nostálgicos recuerdos, sino volver al pasado desde nuestro presente buscando posibles aperturas al porvenir para encarar una nueva forma de hacer y pensar. Significaría preguntarnos acerca de cuáles son los valores, sentidos y significados que podríamos otorgar hoy al legado de lucha de las mujeres como referente ético en nuestro ‘quehacer’ para producir transformaciones orientadas a protagonizar praxis revolucionarias.
Este 8M marcho para celebrar la vida de las mujeres sembradoras de un feminismo revolucionario.
Este 8M marcho para celebrar la lucha en defensa de la vida.
Este 8M marcho para festejar las rebeldías luminosas.
Este 8M marcho para encontrar la magia del amor fraterno y danzar las pasiones y deseos de un mundo mejor y de un mundo donde donde quepan todos los mundos.
Así iremos ellas y nosotras bordando flores al caminar cantando la victoria de seguir juntas pintando de colores la resistencia y dibujando alas a las esperanzas para echarlas a volar…
Nochecita de verano de Marzo de 2025
[1]. “Violencia de género: Fundamentos y modelizaciones» en Violencias cotidianas (en las vidas de las mujeres) Los ríos subterráneos. Volumen 1. Prohistoria, Rosario. Argentina.
[2]. Vandana Shiva es física, filósofa. En India, estudió física y filosofía, con muchas dificultades por ser mujer. Como activista ecofeminista formó la Universidad de la Tierra, donde se promueve la Ciencia digna y la soberanía alimentaria. Creó el movimiento Navdanya, en defensa de las semillas nativas frente a la depredación transgénica.
[3]. Bertha Cáceres, líder indígena lenca de Honduras, feminista y activista en defensa del medio ambiente, asesinada en 2016, por cuidar el Río Gualcarque, junto a la comunidad lenca de Río Blanco.
[4]. Vandana Shiva: “tenemos que reparar este sistema roto”, en Feminismos populares. Las Brujas necesarias en los tiempos del cólera, en Feminismos Populares. Pedagogías y Políticas, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Chirimbote, América Libre, p. 298.
[5]. “Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos” en La argamasa jerárquica: violencia moral, violencia del mundo y la eficacia simbólica del derecho, Buenos Aires, Prometeo Libros, pp. 112- 113
[6]. Una militante reformista que defendió el derecho a estudiar de las mujeres y que sentía lo que siente cualquier mujer que desafía los límites que escritos o tácitos, que impone la tradición de reservar los cambios universitarios a hombres.