La sombra del Grooming. Tras la huella de la trata infantil y un sistema que le da más poder

Por Juliana Millalonco
En la sociedad actual la tecnología facilita tanto el acoso como la explotación y las infancias se encuentran cada vez más desprotegidas. En Argentina, la explotación sexual infantil y la venta de metrajes de abuso sexual infantil, alimentada por la desigualdad y la corrupción, se extiende desde lo tangible hasta lo digital. Ante una realidad que supera la ficción, con desapariciones como el caso actual de Loan el niño de 5 años en Corrientes que nos trae a la memoria a Guadalupe Lucero, sin lugar a dudas estamos ante una existencia del horror sin límites.
Las niñeces, despojadas de su inocencia, lejos de crecer en un entorno seguro y amoroso en el cual puedan desarrollar su potencial sin miedo ni coerción, quedan en manos de la indiferencia y la complicidad, ya sea por la omisión y desidia de la sociedad y el Estado, como por la acción de pederastas. Así, millones de niñes se convierten en víctimas de una maquinaria perversa que se nutre de la desesperación y la vulnerabilidad.
En un mundo digitalizado, el grooming se convierte en un verdadero perpetrador, en una amenaza silenciosa para las niñeces, comparable a los daños que producen los abusos físicos.
Estas formas de acoso, que constituyen uno de los mercados más estremecedores y a menudo pasan desapercibidas, se han trasladado al ámbito virtual. La explotación sexual digital de menores, facilitada por la manipulación psicológica y el engaño, no solo se manifiestan como acoso en línea, sino que también sirven como un primer paso hacia algo aún más siniestro: la red de trata infantil.
“Día tras día se niega a los niños el derecho de ser niños”, decía Eduardo Galeano. Cuánta razón tenía el escritor uruguayo al expresar estas palabras, con esa perspicacia que muestra la relación entre las infancias y una desigualdad que atraviesa las fronteras geográficas y sociales. Pero hoy solo me dedicaré a una parte de este mundo hostil y lleno de discrepancia: Argentina presenta una de las caras más crudas de la verdad, un cáncer que se desarrolla en las sombras de nuestra sociedad como lo es la venta y explotación sexual infantil, que se alimenta por una red de hacedores como el capitalismo, el patriarcado y sus raíces históricas, y que a la vez se manifiesta por diversas causas como la pobreza, la desigualdad, la violencia, el género, la corrupción, la impunidad… y podría seguir enumerando un sinfín de causas. Es una problemática de la cual no estamos ajenos en pleno siglo XXI y ¡no podemos darle la espalda!
Según el análisis de datos que muestra el programa Las Víctimas Contra Las Violencias, el 29,4% de los Niños, Niñas y Adolescentes -NNyA- alguna vez fueron víctimas de discriminación y/ abuso en entornos digitales, como el grooming. Mientras que la trata y corrupción de NNyA afecta a alrededor del 0,2% de los infantes, (últimos datos de octubre 2020 y septiembre 2021, respectivamente). A su vez, un informe de la Fundación Red por La Infancia -Fuera de las Sombras- analizó las acciones de prevención y respuesta al abuso y la explotación sexual infantil -AES- de 60 países que abarcan el 85% de la población mundial de niñeces y adolescentes. En este estudio Argentina se posicionó en el lugar 49 de los 60 países evaluados, situándose en el último puesto dentro de la región.
Además, durante el último año, se han recibido un total de 1784 denuncias a través de la línea 145 (línea telefónica gratuita destinada a proporcionar información, ofrecer asistencia y recibir denuncias sobre trata y explotación de personas). Entre estas denuncias, se registraron 16 casos de explotación sexual de NNyA y 5 denuncias relacionadas con material de abuso sexual infantil. Me atengo a decir que estos son simples números estadísticos, que no importa enfatizar con el porcentaje, nos concierne que esto pasa acá y en todo el mundo, y Argentina es un punto de origen y de tránsito para las redes de tráfico de personas, que explotan y se expropian de cuerpos como objetos, como una mercancía para la “industria sexual” y la satisfacción de pedófilos pederastas.
Ante este cáncer las incógnitas vienen solas: ¿Cómo surge esta “industria sexual infantil»?, ¿Desde dónde se origina?, ¿Quiénes están involucrados en todo esto y cómo detenerlo a sabiendas que en pleno siglo XXI no solo se encuentran en la materialidad, sino también en la red de redes? Para comprender más a fondo sobre esta cruda verdad me voy a detener en este párrafo a contestar desde donde se origina y cómo la desigualdad en lo económico, social, político y de género, junto a la era de la digitalización, se encuentran estrechamente vinculados.
“El patriarcado es la forma más arcaica y fundante de las desigualdades”, dice la antropóloga y feminista Rita Segato. A esto me remito al advertir que estas desigualdades no provienen de ahora, y que esta relación de explotación y expropiación atroces halla sus raíces en la colonización y en la esclavitud que marcaron nuestro pasado. Quijano, quien con su destreza al escribir nos pone en contexto, enfatiza que estas desigualdades “nos habitan como fantasmas históricos”. Durante siglos, las poblaciones indígenas y afrodescendientes fueron sometidas a la explotación y la violencia sexual por parte de los colonizadores, y este legado atroz de abuso y desigualdad todavía permanece tanto en lo tangible como en la era de la información.
Grooming, amenaza silenciosa dentro del régimen de información
Por consiguiente, es preciso hablar sobre el grooming (perfil falso de un adulto para ganarse la confianza de un menor con fines sexuales), una amenaza silenciosa en la era digital, un tema menos discutido a mi parecer, y que debería tener un lugar en la agenda pública. Dice el sociólogo Guillermo Briones que las redes sociales parecen reorganizar las relaciones entre sujeto y estructura. Los algoritmos determinan lo que vemos en nuestras líneas de tiempo y los anuncios que nos muestran, esto puede crear “cámaras de eco” donde las personas están expuestas principalmente a información que coincide con sus opiniones personales, ya que pertenecemos a una red de redes que no suelen comunicarse entre sí. Entonces ¿cómo las nuevas tecnologías y la omnipresencia de Internet, facilitan la comunicación y el acercamiento de perpetradores hacia menores?
En el ciberespacio estos depredadores ocultan su identidad detrás de perfiles falsos, engañan a los niños y ganan su confianza para cometer sus abusos. Byung Chul Han alega que estamos ante un “régimen de información” y un dataísmo totalitario, todos son datos y nos controlan a través de ellos. Todo se encuentra ligado a un capitalismo de información, si bien no se explota cuerpos y energías tangibles, de manera abstracta se explota la información y los datos (lo que subimos, decimos, hacemos, todo nutre al algoritmo que nos moldea y nos introduce ideas) hay un régimen de dominación que controlan a través del miedo, y dentro de todo este conjunto se encuentran estos perpetradores.
Hay que reconocer la experiencia de nuestra historia para poder comprender nuestros problemas actuales. Abordar hoy en día la explotación sexual infantil en Argentina requiere un enfoque integral que ponga en jaque tanto al capitalismo como al patriarcado, y a su vez volver a nuestro pasado. Debemos reconocer que esta explotación es un reflejo de las profundas desigualdades y los patrones de poder que todavía persisten en nuestra sociedad.
Este capitalismo caníbal, devora y se alimenta de las bases sociales, políticas, y naturales, en el cual nosotros somos el banquete, con esta búsqueda constante de ganancias y el afán por la riqueza misma, han llevado a la creación de estos mercados clandestinos de explotación sexual infantil como una cosificación para el placer de otros. Además, no debemos olvidar e ignorar las fuertes declaraciones del señor libertario antes de estar en el sillón presidencial en estos momentos, de las cuales nunca se arrepintió, porque pareciera que quien está en el poder no le importa en los más mínimo esta cruda verdad, más bien con su simple reaccionar como una cuestión filosófica y que avala el mercado de niñeces, facilitan a que esta explotación del horror siga manifestándose.