Cultura

4 razones para leer “PRAFRENTE»

Historias de vida, contexto y educación popular.” De Roberto “Tato” Iglesias. Editado por Revista Cultural El Viento
Por Gabriel Rosales

Un saber, un sabor, de experiencia
Hace poco menos de un siglo, en un texto ya clásico, Walter Bénjamin hablaba de la muerte de la experiencia. Para ilustrar esto refería la historia de los soldados que volvieron mudos del campo de batalla de la «Gran Guerra». Conflicto en el que las experiencias generacionales -bélicas, económicas, políticas- que habían construido o les habían sido legadas por sus antepasados habían sido desmentidas, vapuleadas. Volvían mudos porque habían perdido su capacidad de narrar, de contar, de elaborar los saberes propios de lo vivido. Al final de ese ensayo Bénjamin plantea un interrogante que, a casi cien años de escrito, sigue resonando: ¿De qué vale la educación sin los bienes de la experiencia? Me acordaba de esta pregunta leyendo «Prafrente» porque el saber que se despliega en el texto es un saber de la experiencia, un saber de la experiencia vivida. Un saber pegado al cuerpo, construido desde la particularidad, desde la finitud, de una trayectoria vital. Un saber hecho de pensamiento, pero también de sentimiento. Un saber que, gracias a esos ingredientes, se transforma en narración: una narración que transmite, que quiere se testimonio de lo vivido y, por ello, brújula para los que vienen. Me pareció interesante esto porque en el mundo académico por el que transitamos, en general, no se suelen leer textos de este tipo. En la academia de desconfía -quizá por buenas razones- de la experiencia. Los académicos, las académicas, nos solemos especializar en legar -o intentar legar- cadáveres de experiencias. Entramados de conocimientos desprovistos de aliento, de vida. Por ello se agradece -al menos yo lo agradezco- leer un texto que, escrito por un académico, por un educador, narre desde la experiencia. Una experiencia que quiere, y esto también hay que agradecerlo, volverse crítica consigo misma, ejercitando una imaginación sociológica que entrama biografía e historia, texto y contexto.

Para una historia de la militancia barrial en SL
Una segunda cuestión que me resulto interesante -más vinculada al qué se narra, y no tanto al cómo- son los pasajes sobre la militancia barrial pos-dictadura en San Luis; cuando los Rodríguez Saa no eran vetustas morlas, sino jóvenes abogados ávidos de poder. En una provincia como la nuestra, donde los proyectos de laburo barrial (y, me animo a decir, las luchas sociales en general) parecen empezar siempre de cero, es saludable ponerle palabras a lo hecho. Historiar esas experiencias, sus errores, sus aciertos, también es una tarea que debemos darnos las y los militantes. En este caso el relato de Tato nos permite ver no solo los afanes de una época –la llamada primavera democrática, en este caso vivida desde la educación popular- sino, me parece, las grandezas y limitaciones de un proyecto político-pedagógico pensado exclusivamente desde los márgenes. Ahí también, creo, hay una posibilidad de reflexión, de aprendizaje, para quienes hacemos laburo territorial en los barrios de nuestra ciudad.

La UNSL y sus épocas
Otro apartado interesante del texto es el dedicado a la universidad. Ahí la UNSL aparece en, por lo menos, dos niveles. Por un lado la UNSL en el contexto previo a la dictadura, bajo la rectoría de Mauricio López: los tiempos heroicos de las inauguraciones, de las creaciones de carreras, de las convocatorias a estudiantes con pegatinas de afiches, en fin… se narra el tiempo heroico donde todo estaba por hacerse; pero también se narran los tiempos oscuros de la delación, de la represión, de los calabozos, de los revólveres en los escritorios, de las amenazas y la quema de libros. En un segundo nivel, también hay “pequeñas anécdotas de la vida universitaria” que sirven como botón de muestra para entender las diferentes épocas por las que fue pasando la institución y las lógicas neoliberales que terminaron colonizándola. Lógicas que se expresaron (y se expresan) no solo en los reglamentos, sino fundamentalmente en la actitudes, en el trato cotidiano, en el día a día. En esas narraciones hay, me parece, una especie de nostalgia humanista por lo que se perdió y quizá ya no se pueda recuperar.

Anécdotas freirianas
Por si hiciera falta, hay una razón más por la que vale la pena leer el texto: las “anécdotas freirianas” acontecidas cuando la estancia de Tato en el centro de educación popular “Vereda”. Acá cito una: Luego de varios días, estando en Vereda, me dice Teresinha: Roberto le hablan por teléfono. Qué raro, pensé que sería alguien de Argentina. Levanto el teléfono, pregunto quién habla y era Paulo Freire, quien me dice: Lo invito a almorzar en mi casa la próxima semana, luego nos vamos a la universidad donde tengo que dar mis clases; y agrega: Yo quisiera que la clase, ese día, la dé usted. Pregunto: ¿Sobre qué tema? Y él me contesta: Sobre Paulo Freire.

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