Joven pero no apolítica – 9º Entrega

Por Guillermina Sosa*
Cuando me puse a buscar información sobre lo que es ser un “militante”, pero más en específico un militante en Argentina, los resultados se repitieron siempre: años 70, años 80, peronismo, dictadura. Esto me llamó la atención porque el 17 de noviembre, en nuestro país, se conmemora el día de la militancia, una fecha dispuesta por el peronismo para celebrar la participación de los ciudadanos dentro de la política. Esto demuestra que la militancia queda entendida como sinónimo de las características anteriormente mencionadas.
Sin embargo, no buscó focalizar en el peronismo ni mucho menos. Si no, busco entender y tratar de analizar lo que significó ser un militante en las décadas anteriores y en las actuales. Porque a mi criterio la militancia ya no es la misma que la de hace algunos años.
Para comenzar se me hace de suma importancia definir a este ser militante, y según José Pablo Feinmann, «Un militante cree en la solidaridad social. No es un «individuo» en el pobre sentido que del individuo tiene el liberalismo burgués. Sabe que su individualidad se realiza en el grupo. Su incorporación al trabajo, a la producción, a su grupo de pertenencia, a su clase social, lo incorpora a la solidaridad, al compañerismo, a la amistad sincera. Para decirlo claro: lo humaniza…”
Luego de dicha definición es prudente decir que Feinmann habla de una individualización en la que me quiero centrar, ya que ese, tal vez, sea uno de los ejes de mi trabajo. Busco poder comprender como antes era “sabe que su individualidad se realiza en grupo” y hoy estamos en un “sálvese quien pueda”. ¿Dónde quedó la militancia, la calidad por el otro, la empatía? ¿Quiénes somos sin el de al lado? Este proceso de individualización nos lleva a creer que el mundo ya no es colectivo, que no necesitamos de otro.
Es por esto que podemos empezar a hablar de este ser militante que encuentro perdido en la actualidad. En los últimos años de los ‘60 surgen distintos movimientos populares como el “Cordobazo”, un movimiento de estudiantes y docentes contra el gobierno de facto de Onganía. Este particular evento marcado en la historia de nuestro país, es el comienzo de la participación de los jóvenes en el contexto político y represivo. Luego, el 29 de mayo de 1970 nace la Organización Político Militar Montoneros en la que había participación de jóvenes, así como el Ejército Guerrillero del Pueblo.
Lo que busco mostrar de estas agrupaciones es que en los años anteriores la lucha contra la represión, las injusticias, los gobiernos de facto, los arrebatos de la educación, eran sinónimo de militancia, de resistencia, de lucha, de colectividad, de una ciudadanía. Por eso pienso qué tan vigentes siguen siendo estas ideas en la actualidad. Para eso debo pensar en el rol fundamental que cumplen las redes sociales.
En la actualidad las redes sociales parecen ser la nueva militancia, aquel formato que de alguna forma logra o no mediar nuestra participación política y nuestra participación política en cuanto al accionar. La primera es nuestro posicionamiento ideológico sobre la perspectiva a la que más allegada nos encontramos representados, la segunda, es la decisión que esto nos lleva a tomar. Esto ahora se ve reflejado como, seguir por redes al personaje político con quien más representado me siento, escuchar sus entrevistas, compartir publicaciones. Creyendo así, que ahí termina mi accionar.
Además, para hacer más clara la crítica, en las últimas elecciones en la Argentina, la derecha liberal ganó, en parte, con el voto de los jóvenes, generación Milenial, conocidos específicamente por el manejo de la tecnología. Quienes se informan ya no por la televisión, sino por las redes sociales, en especial Twitter, y en un porcentaje menor Tik Tok. Y estos a su vez asumen la información que se les presenta, sin criticar, desarmar o rearmar su propio pensamiento. Pero volviendo al ejemplo en el que busco hacer hincapié, la derecha hizo uso de esta generación para cubrir un campo que la izquierda peronista y populista no tenía manejada. Esta nueva generación hace uso de las redes sociales para manifestar su opinión. Por eso la derecha buscaba poder “entrar” a estos jóvenes que necesitaban un nuevo representante. Así es que Javier Milei, y su partido político La Libertad Avanza, hacen un perfecto uso de lo que supieron ver con claridad. La falta de representatividad, el desencanto por la política hacen que este partido político, pero más específicamente el presidente, utilice las redes sociales para hablar de la política que se cree mas “seria” y tratarla desde el chiste, la burla o entorpeciendo al “rival”. Quitando así un peso que hace que los jóvenes se vean encantados por su manera de entender y percibir una realidad, siendo ellos que no ven ningún líder, entendiendo a la política como un sinónimo de corrupción y el famoso “son todos unos chorros”.
Es así como el actual presidente de la Nación hace uso de Twitter, para exponer sus opiniones acerca de cualquier situación que pueda surgir en el país.
Según Hugo Luis Dalbosco, doctor en Ciencias Políticas, la crisis de representatividad en la Argentina se refleja con la debilidad de los partidos políticos, que han pasado de ser instituciones fundamentales a “maquinarias electorales” centradas en candidatos sin apego a sus raíces ideológicas. Este cambio ha fomentado la dispersión del electorado y la formación de alianzas más efímeras.
La falta de prestigio de la dirigencia ha exacerbado la desconexión entre políticos y ciudadanos, generando apatía electoral. Factores externos, como la influencia del pensamiento débil, y factores internos, como el bipartidismo y la inestabilidad de partidos menores y, como no, las redes sociales han contribuido a esta crisis.
El problema central de esto, es la falta de información que se tiene debido a las redes sociales. Cristina Fernández de Kirchner, en un canal de streaming conocido como “Gelatina” menciona como en los ‘70 los jóvenes veían algo en la televisión y no lo creían, veían algo en los diarios y lo desmentían , escuchaban algo en la radio y lo criticaban, y la única manera de conocer la verdad era salir a las calles; es por esto que resulta tan difícil pensar cómo uno logra nutrirse de información si lo único que hace es entrar a las tendencias de Twitter; también , logra ser muy difícil nutrirse del otro, del que tengo al lado, del que le cuesta más que a mí si mis ojos ven una realidad paralela: redes sociales llenas de odio, embrutecidas por una falta de humanidad, colectividad y representatividad.
Pierre Bourdieu mantiene una declaración sobre “la opinión pública” y menciona que “un hombre oficial es un ventrílocuo que habla en nombre del Estado…”. La noción de Bourdieu sobre el “hombre oficial” puede actualizarse en este contexto. En lugar de una única figura vinculada al poder estatal, hoy existen múltiples «ventrílocuos» que moldean las narrativas públicas, pero en lugar de hablar a nombre del Estado, representan a grupos ideológicos, económicos o sociales específicos. Aunque ya no se impone un discurso hegemónico desde el Estado, la competencia por moldear la opinión pública sigue siendo intensa, y los medios de comunicación, tanto tradicionales como digitales, juegan un rol crucial en esta disputa.
Esto entendiendo que la política busca “nuevos lugares” ya que a los medios de comunicación masivos les resulta más beneficioso individualizar para que así sea más fácil controlarlos.
Necesitamos, como jóvenes, volver a las calles, dudar del pensamiento para que las redes sociales no sean lo único a lo que busquemos llegar cuando no entendemos el por qué. Hay que salir, luchar por mi, por el de al lado, por la militancia perdida. No voy a negar que como joven hago uso de las redes sociales y hago uso de compartir publicaciones a mis historias sobre cosas de mi interés; el problema radica cuando esa es la única fuente capaz de formar mi opinión como un ser argentino.
Alejandro Dolina destaca una tensión contemporánea entre las ideas individualistas y una moral más empática. En la actualidad, a menudo se valora el éxito personal y la prosperidad individual, lo que puede generar una desconexión con el bienestar colectivo. La noción de que la felicidad de cada persona está intrínsecamente ligada a la de los demás y resuena con los principios de comunidad y solidaridad.
Dicho esto, como joven y militante “quiero ayudar al hombre a amar al hombre hasta el fin del tiempo y del espacio”. (No quiero irme así – Oscar Sosa Ríos)
*Guillermina Sosa fue representante puntana de la instancia nacional de las Olimpíadas de Filosofía 2024 organizadas por la Universidad Nacional de Tucumán.