Aníbal Quijano y la modernidad/colonialidad del poder – 5º entrega
*Por el Negro Mazzochi, filósofo y docente
para el futuro siempre luminoso @lumurgasfem
“Así aún nos encontramos hoy en un laberinto
donde el Minotauro es siempre visible,
pero ninguna Ariadna
para mostrarnos la ansiada salida”
Aníbal Quijano
Para Rita Segato (n.1951/-), la “perspectiva decolonial del poder” es una de las pocas teorías (de los pocos “vocabularios”) oriundas de Latinoamérica que no sólo ha sido capaz de “reconfigurar la historia ante nuestros ojos” sino también de cruzar aquella “Gran Frontera (…) que divide el mundo entre el Norte y el Sur geopolíticos” (2013, p.35) para alcanzar relevancia y permanencia mundial. La antropóloga argentino-brasileña señala al sociólogo peruano Aníbal Quijano (n.1928/m.2018) como un exponente ineludible de la formulación y el desarrollo teórico-conceptual de este pensamiento, que nutre y florece y se ramifica en los planteos contemporáneos críticos de otros autores como Immanuel Wallerstein, Enrique Dussel, Antonio Negri, Boaventura de Sousa Santos, Ramón Grosfoguel y Wálter Mignolo, su lector y divulgador.
Este último, Mignolo (n.1941/-), señala que la emergencia del pensamiento decolonial (“giro decolonial” o “descolonial”) se da al mismo tiempo y como contrapartida al establecimiento del binomio modernidad/colonialidad (2017). La genealogía de este proyecto (de este “colectivo de interpretación”) remite, al parecer de Mignolo, a dos tratados que abren “la ranura de lo impensable”: el del indígena Waman Poma de Ayala dirigido al Rey Felipe III en 1616 (Nueva crónica y buen gobierno) y el del esclavo liberto Ottabah Cuogano de 1787 (Thoughts and Sentiments on the Evil of Slavery and Commerce of the Human Species).
Más recientemente y como continuidad de lo anterior, la Conferencia de Bandung en 1955 (que promovía la cooperación económica-cultural afro-asiática como oposición geopolítica estratégica al colonialismo-neocolonialismo de Nor-Occidente y primer gesto hacia la conformación en Belgrado en 1961 del MPNA: Movimiento de Países No Alineados) implica un acontecimiento trascendental para la humanidad cuyo principal objetivo fue el de “encontrar las bases y la visión común de un futuro que no fuera ni capitalista ni comunista” (Mignolo, 2013, p.9) sino de “decolonización” en tanto desprendimiento de los dos discursos principales de occidente.
En tanto contraposición al paradigma moderno/colonial (sus cronologías y su racionalidad única y dogmática) y a una “geopolítica del conocimiento” (Mignolo) que transfiere valor (epistémico) si y sólo si tal conocimiento “está en ciertas lenguas y viene de determinados lugares” (Mignolo en Walsh, Schiwy y Castro Gómez, 2002, p.19), la perspectiva decolonial se revela como la posibilidad de pensar y proyectar puentes hacia distintos y más humanos modos de vivir, hacia un mundo más solidario, justo e igualitario y hacia una coexistencia digna de la multiplicidad y las diferencias.
Quijano sostenía que la Conquista de América dio base al actual ordenamiento mundial capitalista, digitado por una minoría poderosísima y pornográficamente rica que concentra el control y la explotación de los recursos del planeta y de la propia humanidad. La Europa colonizadora fundó relaciones políticas, sociales y culturales de dominación sobre los pueblos conquistados que se materializaron en estructuras de poder asimétricas y clasificaciones discriminatorias en términos raciales, étnicos o nacionales, operativas en cada ámbito o dimensión material o subjetiva “de la existencia cotidiana y a escala social” (2014a, p.285).
Intersubjetivamente, esta práctica de dominación proveyó, asimismo, un acervo categorial “científico, objetivo y ahistórico” (1992, p.12) de conocimiento que fue naturalizándose y, en consecuencia, distinguiéndose de las prácticas históricas de poder que la perpetraron. La colonización en términos de subordinación fue deslizándose, para pervivir incluso en la actualidad, desde un plano meramente exterior, el “colonialismo” como práctica política material concreta, hacia uno interior, la “colonialidad” que opera en el imaginario de los dominados a partir de procesos represivos de las sabidurías locales distintas de los patrones o marcos occidentales-racionales de conocimiento puestos al servicio de las “necesidades cognitivas del capitalismo” (2014a): mensurabilidad, cuantificación, objetivación, controlabilidad, etc. La imposición de estos últimos desde los centros hegemónicos (Europa) como criterios de la única racionalidad válida y como emblemas modernos, implicó, inexorablemente, una violencia sistemática, sistémica y estratégica configurativa de una perspectiva cognitiva eurocéntrica. En virtud de ello, la cultura europea prevaleció como modelo paradigmático, traccionada por la fuerza de un poder que obturó o negó todo otro conocimiento por inferior y al que somete a sus propias condiciones de reproducción.
Este proceso de subjetivación (Europa/sujeto contra América/objeto) se construye sobre la base de la auto-unción de Europa como portadora de una razón exclusiva y superior, cuya contracara es la negación (el no-reconocimiento) de que las demás culturas, en tanto no-sujetos o cuasi-sujetos (es decir, “objetos” de dominación/expoliación/explotación), o bien no poseen racionalidad alguna o bien la poseen de manera rudimentaria o defectuosa. Dicho de otra manera, la caracterización que Europa construye de sí misma es la de “sujeto” y la que hace de todo lo demás es la de “objeto” u “objetos” de conocimiento y de dominación exteriores. Quijano bien señalaba que las diferencias culturales no pueden nunca fundamentar o legitimar prácticas de dominación (que además se pretenden universales) sino que, en todo caso, “la heterogeneidad histórico-estructural, implica la copresencia y la articulación de diversas «lógicas» históricas en torno de alguna de ellas, hegemónica, pero de ningún modo única” (1992, p.19).
Cuando América es insertada en el capitalismo mundial moderno/colonial como fuente de la cual extraer materias primas y riquezas naturales, “las gentes” son clasificadas sobre la base de tres ejes diferentes, articulados por la “colonialidad del poder” en el marco de una estructura global común: el trabajo (institucionalizado como “propiedad”, implica el control de la fuerza de trabajo, sus recursos y productos), el género (que implica el control del sexo y sus productos: placer y dependencia) y la raza (en función de los dos anteriores). El control de la autoridad comporta la organización que garantiza las relaciones de poder configuradas en dicho marco. Esta clasificación social que postulaba Quijano, crítica del concepto de “clase social” en cuanto “nichos estructurales preexistentes” (2014a, p.313), realza el carácter conflictivo (de disputa individual o colectiva, más o menos violenta) del modo en que se llega a ocupar un lugar y un papel en las “instancias centrales de poder” (2014a, p.313). De otro modo, el poder, por un lado, entraña un estado inherente de conflictividad permanente y, por el otro, comporta procesos de distribución y redistribución heterogéneos en sus distintos períodos históricos.
Quijano sostenía que la primera identidad geocultural moderna y mundial fue la de América, mientras que Europa fue la segunda como consecuencia de América (no a la inversa). Ésta última fue posible con el trabajo gratuito de indios, negros y mestizos de América, con su avanzada tecnología minera y agricultora y con la explotación/el extractivismo de productos tales como el oro, la plata, la papa, el tomate, el tabaco, etc. Sobre la base de estas prácticas de dominación se configuró una región “sede del control de las rutas atlánticas (…), decisivas del mercado mundial” (2014, pp.802-803). El establecimiento del sistema capitalista comportó una articulación de todas las experiencias, historias, recursos y productos culturales en un orden cultural global en torno a la hegemonía europea/occidental. El nuevo patrón de poder mundial hegemoniza de esa manera el control de todas las formas de control de la subjetividad, de la cultura, del conocimiento y de su producción.
Al erigirse Europa Occidental como centro del “moderno sistema-mundo”, se desarrolla un rasgo común etnocéntrico en todos los dominadores coloniales e imperiales. Para Quijano, el nexo indisoluble entre el etnocentrismo colonial y la clasificación racial universal explicaba la sensación de superioridad natural europea por sobre todas las otras culturas no-europeas que trajo aparejada la generación de una nueva perspectiva temporal de la historia y la subsiguiente re-localización de los pueblos colonizados (conjuntamente con sus historias y culturas) en el pasado de una teleología histórica cuyo principio es el estado de naturaleza y el fin es Europa (fundamento evolucionista). De este imaginario se desprende a su vez la concepción de que la modernidad y la racionalidad son experiencias/productos privativos de Europa en virtud de una diferencia de superioridad racial (y no debida a una historia de/l poder) entre Europa y no-Europa (fundamento dualista).
En el capitalismo mundial los procesos de asociación o disociación de los ejes trabajo/sexo/raza en torno a las relaciones de “dominación/explotación” son las configurativas de los procesos de clasificación o subjetivación social. Por ello para Quijano se trataba de determinar la especificidad de las condiciones históricas en las que se describen los modos, niveles y límites de la asociación de “las gentes” en torno al trabajo/sexo/raza. El rol que cada uno de éstos juega en la clasificación social de “las gentes” (es decir, en la distribución social del poder) no depende de criterio biológico alguno sino a disputas en torno al control de los ámbitos sociales.
Los territorios y las organizaciones políticas fueron clasificados por el patrón eurocéntrico colonial/moderno en función del lugar que las “razas” ocupaban en ellos. Los estados-nación del centro (de Europa) se conformaron como contrapartida de la transferencia de valor y riquezas que los estados de la periferia (coloniales en primer término, nacionales dependientes luego) les reportaron a partir de prácticas de sobreexplotación cuya progresión y durabilidad redunda en una eterna carrera por el “desarrollo”.
La colonialidad del poder es, en resumidas cuentas, el eje articulador del racismo y del patrón universal del capitalismo eurocentrado. Para Quijano era menester realizar una crítica urgente del “paradigma europeo racionalidad/modernidad” que “desprenda” (eche luz, revele, ponga de manifiesto) las vinculaciones entre racionalidad/modernidad y colonialidad. Es esta operatoria de “descolonización epistemológica” la que puede habilitar “una nueva comunicación intercultural” en favor de “un intercambio de experiencias y significaciones” (1992, pp.19-20) , como base del “proceso de liberación social” de la colonialidad y de una racionalidad “otra” que legítimamente (sin menoscabo de cultura alguna) devenga universal. Implica una lucha crítica-política-concientizadora como praxis liberadora de una trama aún viva de “todas las formas históricas de explotación, dominación, discriminación, materiales y subjetivas” (2014a, p.325).
Continuará…
Referencias bibliográficas (que bien pueden consultar y leer gratuitamente desde sus dispositivos)
Mignolo, W. (2013). Geopolítica de la sensibilidad y del conocimiento. Sobre (de) colonialidad, pensamiento fronterizo y desobediencia epistémica. https://produccioncientificaluz.org/index.php/filosofia/article/view/18261/18249
Quijano, A. (1992). Colonialidad y modernidad/racionalidad. https://www.lavaca.org/wp-content/uploads/2016/04/quijano.pdf
Quijano, A. (2014). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140507042402/eje3-8.pdf
Quijano, A. (2014a). Colonialidad y clasificación social. https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140506032333/eje1-7.pdf
Rincón, O., Millán, K. y Rincón, O. (2015). El asunto decolonial: conceptos y debates. https://biblioteca.clacso.edu.ar/Venezuela/ceshc-unermb/20170219052712/RPS45.pdf
Segato, R. (2013). La crítica de la colonialidad en ocho ensayos y una antropología por demanda. https://www.lavaca.org/wp-content/uploads/2016/04/la-critica-de-la-colonialidad.pdf
Walsh, C., Schiwy, F. y Castro Gómez, S. (2002). Indisciplinar las ciencias sociales. Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino. https://books.google.com.gt/books?id=4_ywx4VPCmoC&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false