Transfeminismos

La dificultad de contar

*Por Susana Dromi. Periodista Universitaria. Especializada en Género y DD.HH.

Es muy difícil que las niñas, niños y/o adolescentes que están padeciendo algún tipo de abuso sexual puedan contarlo.

Poner en palabras es complejo, vergonzoso y revictimizante.

A veces se desconoce hasta cómo nombrar o narrar eso que está ocurriendo con mi cuerpo, que además «no tengo muy claro qué es, pero me daña.»

Y otras, suele suceder que aparte de la dificultad de poder contarlo, el abusador es un adulto cercano a nuestro entorno o parte del grupo familiar y esto torna mucho más compleja la situación para que, siendo yo niña o niño, pueda correr de mi lado a ese adulto abusador a quien le tengo miedo y afecto porque integra mi familia, mi núcleo seguro y por lo tanto habita el espacio donde habitan mis seres queridos.

Es una gran encrucijada.

Frente a este laberinto

¿Cómo denuncia un niño, una niña lo que está padeciendo?

Como puede: desde su gestualidad, corporalidad, intelecto, habla.

Y si es que puede.

A veces puede rehusarse a hacer algo o sentirse intimidado.

Si se niega a ver a alguien.

Si se niega a estar bajo el cuidado de alguien.

Si se niega a acercarse o a saludar con un beso, o a ir hasta donde está una determinada persona.

Si no quiere ir a comprar a un determinado lugar y no sabe explicar el motivo o manifiesta que no le gusta un sitio determinado.

No insistamos. Respetemos y prestemos mayor atención para saber si todo está bien o algo no lo está.

Con cuidado, con cautela, con amor.

Nombrar el cuerpo sin vergüenza

Es necesario que las niñeces reconozcan y nombren sus partes íntimas con las expresiones adecuadas y sin diminutivos.

Que las reconozcan como tales, que no se avergüencen de ello, que sepan que son otras partes de sus cuerpos, tan importantes como las otras; por ejemplo: los brazos, las piernas.

 ¿Hay una edad para hablar de abuso sexual?

Desde el momento en que nacemos somos potenciales víctimas si en nuestro entorno hay un abusador.

No importa si somos niños o niñas.

Por lo tanto, en cuanto podamos debemos explicar a nuestras niñeces la necesidad de estar atentos/as y protegerse de estas violencias.

Sin embargo, y a pesar de que podríamos reconocer que hay algo mal cuando alguien realiza tocamientos sobre mi cuerpo y que debo y puedo acudir por ayuda; nada, ni nadie nos asegura que así sea.

La importancia de la E.S.I

¿Es importante la E.S.I.?

Sí. Es imprescindible la aplicación de la Educación Sexual Integral en las escuelas, en las infancias, en las niñeces y en las adolescencias.

Es decir, en los diferentes niveles educativos y abandonar la idea de que esto expone a nuestr@s hij@s. De ninguna manera: al contrario. La educación protege, al igual que el resto de toda la otra educación sistemática, se adapta acorde a las franjas etarias de cada grupo, y claro que puede prevenir situaciones complejas.

Yo si te creo

Es imperante además, poner en práctica real el «Yo Sí Te Creo» cuando alguien que no es de nuestra confianza nos advierte de algún hecho que nos conmociona, por más que el señalado sea nuestro abuelo, tío, primo, pareja, ex concubino, progenitor, etc.

Dudar y tomar medidas al respecto. La primera acción:

Correr a los niños/niñas de la cercanía y entorno del presunto abusador.

No dejar a los niños/niñas solos en presencia de esa persona o de otro varón desconocido.

Escuchar y conversar mucho con nuestros hijos e hijas.

Que sepan que, por más difícil, compleja y aberrante sea la situación que atraviesan, deben confiar en ‘nosotras y nosotros’. ¿Quiénes somos? Los/las que les ayudaremos y protegeremos.

Explicarles que no habrá juzgamiento alguno hacia ellos, que sí vamos a escucharles, creerles y actuar en consecuencia y con calma.

Por ejemplo: «Te voy a escuchar, aunque sea difícil para vos y para mí, aunque no puedas decirlo bien, aunque grites, aunque llores, aunque haya miedo. Yo te voy a escuchar, te voy a entender y a creer.»

Prevenir y acompañar si culpas

Estas pequeñas y breves pautas que intentan prevenir situaciones de abuso sexual contra las infancias, no son seguras.

Tampoco podemos afirmar que nada malo va a sucederle a los nuestros.

Y debemos poner en palabras también situaciones que abrazan y no revictimizan:

No hablar con nuestros hijos, no nos hace responsables de un abuso.

No contar un abuso no nos hace responsables de otros abusos.

Hablar y no ser creída no me acerca a ningún tipo de culpa o responsabilidad.

Que no me crean no me hace culpable.

Pedir ayuda en caso de abuso sexual suele ser la única posibilidad de frenar al victimario.

Pedir ayuda y salir de una situación de abuso nada tiene que ver con sentirme obligada o que me obliguen a dar testimonio.

Si una vez que salí de la situación de abuso elijo el silencio, nadie debe cuestionarlo.

¿Quién tiene responsabilidad frene al abuso sexual?

El victimario.

Es quien buscará ocasiones, oficios, profesiones, espacios, grupos, lugares, oportunidades y sitios que le resulten convenientes para perpetrar los hechos.

En todos los casos, el único responsable de estos delitos es quien los comete: el abusador.

Es indebido y muy revictimizante, además de estigmatizante, cuestionar a otros y mucho más cuando se trata de víctimas. Abstenerse: es violencia.

Cautela en el relato

Por otro lado, y no menor, es el abordaje de los casos de familias enteras.

El relato periodístico no debe presuponer, inventar o revictimar y sería importante recordar que los casos judiciales son vidas: historias de vidas con víctimas reales fuera de los tribunales.

Cautela y perspectiva corresponden para evitar la violencia mediática y la estigmatización.

 

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